Esta tarde, Señor, estoy solo.
Poco a poco los ruidos en la iglesia se han callado, los fieles se han ido y yo he vuelto a casa, solo.
Yo te lo he dado todo, Señor, pero no es fácil.
Es duro dar su cuerpo:
él querría entregarse a los otros.
Es duro amar a todos sin reservarse nadie.
Es duro estrechar una mano sin querer retenerla.
Es duro recibir secretos sin poder compartirlos.
Es duro sostener a los débiles sin poder apoyarse uno mismo sobre otro…
Pero tú estás conmigo, Señor, por eso heme aquí: He aquí mi cuerpo, he aquí mi corazón, he aquí mi alma.
Dame el ser lo bastante grande para abarcar el mundo, lo bastante fuerte para llevarlo a hombros, lo bastante duro para poder abrazarlo sin intentar guardármelo.
Concédeme el ser tierra de encuentro, pero solo tierra de paso, camino que no conduzca a sí mismo, sino que lleve a ti.
Esta tarde, Señor, mientras todo se calla, yo te vuelvo a decir mi SI, humildemente, solo, Señor, ante Ti en la paz de la tarde.
Michel Quoist: «Oraciones para rezar en la calle».